VISTA DE LA CATEDRAL DE SALAMANCA
Salamanca
siempre ha sido encrucijada, cruce de caminos. La ciudad nació, como Toledo o
Segovia, en una posición privilegiada,
bañada
por las aguas del río Tormes y sobre un terreno elevado; se alza sobre tres
colinas de laderas bien empinadas, lo que permite una buena defensa, y siempre
ha sido, gracias a las características de su terreno, un importante centro
militar, comercial y de intercambio, y un estratégico nudo de comunicaciones
entre Castilla y los reinos y tierras del norte u oeste de la península.
Ya cumplía este papel en tiempos de la romana Ruta de la Plata, que unía Mérida
con Astorga, y que dejó aquí un hermoso puente romano como testimonio de una
época de riqueza y de esplendor.
Sin apenas resistencia, la ciudad sería conquistada por los musulmanes en el año 712 y reconquistada y perdida por los cristianos varias veces a los largo de tres siglos de batallas, hasta que fue arrasada por completo por las tropas de Almanzor en el año 981.
Tardaría todavía
más de un siglo en renacer, pero lo haría para convertirse, para asombro del
mundo, en uno de los pilares de la cultura europea.
El
magnífico claustro plateresco de las Escuelas Menores, del siglo XVI, al fondo
la torre barroca de la Catedral Nueva
Pero la antigua Elmántica ha sido y es muchas otras cosas; es una ciudad acariciada por el curso del río, pero también es ciudad que se expande entre un mar de tierra, de modo que también está hecha de interiores, por lo que en ocasiones resulta harto difícil de abarcar.
Es la tierra de Nebrija, de Rojas, de Diego de Torres, el gran Piscátor. La tierra de la picaresca, del Siglo de Oro de la literatura española, de la Universidad por la que pasaron Cervantes, Juan de la Cruz, Luís de Góngora…, la tierra de la cultura, de la literatura, la tierra del Plateresco.
Vista panorámica de la barroca plaza Mayor de Salamanca
Salamanca ha
sabido siempre de letras y de artes –es quizás el conjunto monumental más bello
de toda España- pero también es especialista en curas y credos, y ésta es otra
de sus numerosas particularidades.
La ciudad ha acogido siempre un buen número de órdenes y de congregaciones
religiosas, de modo que es famosa por su clericalismo, si bien hay que reconocer
a la iglesia el protagonismo de la cultura en esta ciudad. No hay que olvidar
que a lo largo de los siglos ha sido el sostén de sus universidades, y que aún
hoy lo es.
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Puerta
principal y ventanales de la singular “Casa de las Conchas” (siglo XV)
Una de las rejas góticas de la fachada de la “Casa de las Conchas”
Salamanca tiene dos catedrales, tres universidades, edificios equiparables a los más bellos de Roma, asombrosos palacios, provocadores claustros, conventos, plazas y rincones que valen tanto como un viaje al siglo XVI, y dicen los entendidos que lo mejor quizá esté entre su gótico tardío y el floreciente renacimiento.
Aquí la piedra
está trabajada con finura y minuciosidad, y en cualquiera de las calles de su
casco viejo, que aparecen por costumbre bulliciosa y animada, abundan los
labrados más exquisitos.
El gozo está asegurado para el amante de la arquitectura y de la escultura, para el buscador de arte y belleza, pero no es menos cierto que la ciudad toda tiene un pulso, una viveza y un dorado tan especial en la piedra, que un paseo por sus calles cuando se pone el sol puede hacer que nos sintamos casi poseídos por un antiguo encantamiento.
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Claustro
del Colegio del Espíritu
Santo
Palacio gótico y plateresco de Monterrey
Siglos y siglos
de sol han dado a la ciudad un aura que conmueve a la mayoría de las
sensibilidades, una luz muy especial que sus habitantes asumen, sin embargo, con
la mayor de las naturalidades.
Cualquier breve
paseo nos hace viajar en un instante por el más puro renacimiento que, en
cualquier descuido, nos lleva de la mano del plateresco hasta el cuidadoso
barroco que impregnó las paredes de la Plaza Mayor o de la gótica Catedral
Nueva.
La ciudad que hoy conocemos nace en el siglo XII, gracias a las tareas de
repoblación posteriores a la Reconquista que el rey Alfonso VI encargó a su
yerno, el conde Raimundo de Borgoña, quien pobló la ciudad de gallegos, francos,
castellanos, portugueses y asturianos, y también con comunidades de mozárabes y
de judíos.
Magnífico claustro de las Escuelas Menores del siglo XVII
Poco queda de aquellos viejos tiempos, en los que se levantaron numerosos templos románicos; lo más destacado, además de las iglesias de San Martín, San Marcos y San Julián, entre algunas otras, es su Catedral Vieja, en la que hay todavía influencias de Bizancio, que se inició en el año 110 y en cuya construcción se empleó más de un siglo.
Posee tres
naves, crucero y tres ábsides semicirculares, y se cubre con una cúpula
semiesférica, la llamada “Torre del Gallo”, de claro carácter oriental, cuyo
chapitel está decorado con escamas de piedra.
Contiene
valiosos tesoros, como el retablo que pintó a mediados del siglo XV en su
capilla mayor el italiano Nicolás Florentino o los frescos del interior del
ábside, pero quizás lo mejor esté entre numerosos capiteles, que constituyen un
conjunto muy notable de la mejor escultura medieval.
No obstante, Salamanca no alcanza todo su esplendor hasta el reinado de los Reyes Católicos, a finales del siglo XV y principios del XVI, cuando el auge de la Mesta la convierte en un importante centro de producción de lana que hace florecer su economía y revitaliza sus industrias y sus universidades.
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Torres
de la Clerecía
Plateresca fachada dela “Casa de las muertes”
Casa gótica llamada “de los Solís”
Ya entonces se
hizo la primera petición al papa Inocencio VIII solicitando para Salamanca una
nueva catedral, puesto que la anterior resultaba “pequeña, oscura y baja”, según
consta en documentos de la época, aunque todavía se tardaría algún tiempo en
comenzar las obras del gran templo. Pero para entonces, sin embargo, la cultura
ya se había instalado en la ciudad.
Desde finales del siglo XII, el claustro de la catedral vieja servía de aula
donde se enseñaba Teología y Leyes a buen número de alumnos, y fue en tiempos de
Alfonso IX de León cuando se creó, en 1218, el llamado “Estudio General”, germen
de la futura Universidad, que sería sancionada por el Papa Alejandro IV en 1255.
El claustro de la catedral vieja continuó siendo sede de la Universidad de
Salamanca hasta el siglo XIV, y sólo a partir de este momento comenzaron a
construirse colegios y escuelas para dar cabida a un número de alumnos siempre
creciente.
El proceso fue lento, pero la Universidad de Salamanca consolidó su prestigio y,
poco a poco, ganó forma en toda Europa. Las Escuelas Mayores, el Hospital del
Estudio o Rectorado y las Escuelas Menores se construyeron a mediados del siglo
XV, pero como hemos dicho antes, la ciudad no se engalanó definitivamente hasta
el siglo XVI, cuando se convirtió en el primer foco del Humanismo español.
Para entonces ya había alcanzado las más altas cumbres de la cultura, y los palacios, las grandiosas residencias estudiantiles, los templos, monasterios, conventos y edificios civiles se elevaron como nunca antes había ocurrido en la ciudad del Tormes, que decayó después, dice la historia.
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La
“Torre del Gallo” y los ábsides de la románica Catedral Vieja
Calle de las Úrsulas y una de las puertas del convento de la Anunciación
La Catedral
Nueva comenzó a construirse en 1513, y solamente veinte años más tarde ya estaba
terminada la bellísima fachada plateresca de la Universidad. Del 1500 es la
“Casa de las Conchas”, y en 1539 comienza a edificarse el Palacio de Monterrey.
Es el momento de mayor esplendor de Salamanca, un momento en el que nos
detendremos un instante.
Los planos de la
Catedral Nueva fueron encargados en 1509 por Fernando el Católico a Alonso
Rodríguez y Antón Egás, que entonces eran ya dos arquitectos de sólido
prestigio, pero sería Juan Gil de Hontañón quien comenzaría a levantar la que
sería una de las últimas catedrales góticas de Europa.
En 1538 Rodrigo
Gil de Hontañón sucedió a su padre en los trabajos y aunque respetó el trazado
gótico de lo hecho hasta entonces, supo dotar al edificio de un carácter
renacentista que lo hizo aún más bello.
Rodrigo murió en 1560, cuando había terminado la fachada y cerrado por completo la nave central, que se dedicó al culto.
Sin embargo, las
obras se paralizaron durante casi un siglo, y no recibirían un nuevo impulso
hasta 1668, cuando se construyeron los brazos del crucero y las capillas de la
girola.
Fachada
de la iglesia de San Esteban
Ya en el siglo
XVIII intervinieron también en su decoración y en la construcción de algunos
elementos los hermanos Joaquín y Alberto de Churriguera, que aportaron su
pincelada barroca a un conjunto que se consagró en 1733, doscientos veinte años
después de que fuera iniciado. Es, pues, aunque gótica, una obra en la que hay
elementos renacentistas, platerescos, barrocos e incluso rococó, lo que la hace
mucho más interesante.
Algo
parecido ocurre con otro de los mejores y más importantes templos de la ciudad
de Salamanca, la iglesia-convento de San Esteban, residencia de la poderosa
orden de los dominicos, iniciada en 1524 y cuya construcción se prolongó hasta
1610.
También aquí participó Rodrigo Gil de Hontañón, y el edificio, concebido en
estilo gótico, fue poco a poco transformándose en renacentista.
Su fachada
plateresca es impresionante, aunque se desconoce su autoría, y su interior
guarda un buen claustro y uno de los mejores retablos del barroco español,
iniciado por José de Churriguera en 1692, que está adornado con un lienzo de
Claudio Coello: El martirio de San Esteban.
Son decenas los templos y conventos salmantinos donde recorrer la historia del arte y hallar incontables tesoros, pero no hay duda de que uno de los más famosos, quizá a causa de su fantástico claustro plateresco, es el de las Dominicas, llamado aquí el convento “De las Dueñas”.
Fachada plateresca de la Universidad
Primero fue un edificio mudéjar, pero en 1533, bajo la dirección de Gil de Hontañón (al que aún hallaremos en muchas otras de las obras de la arquitectura salmantina de este tiempo) se alzó el nuevo edificio.
Como hemos
dicho, lo mejor y más sobresaliente es su claustro, que tiene planta de
pentágono irregular y dos galerías; la inferior, de arcos rebajados, es de una
sencillez y sobriedad absolutas, pero en la arquitrabada galería superior los
capiteles que sostienen el alero y todas sus zapatas están esculpidos con una
fuerza expresiva tal que no pueden por menos que impresionarnos vivamente.
Toda una auténtica galería de monstruos, animales y personajes grotescos se
retuercen, se entremezclan, emergen de la piedra con gestos y actitudes de
exagerado dramatismo.
Se dice que sus
autores pudieron ser los mismos que trabajaron en algunas de las decoraciones
del Palacio de Monterrey, uno de los más famosos ejemplos de la arquitectura
civil salmantina de este siglo.
Claustro de los Caballeros del convento de San Esteban
También aquí está la mano de gil de Hontañón, y por tanto, la transición del gótico al renacimiento que es común a los edificios de esta época, en los que el airoso plateresco contrasta con zonas de austero carácter gótico.
Sólo llegó a
construirse una cuarta parte del proyecto original, que incluía ocho torres como
las dos únicas que hoy lo componen, pero aun así el palacio de Monterrey es una
notable maravilla.
Naturalmente, y
aunque esté muy alejado de su estilo, hay que hacer mención también del convento
de las Agustinas, uno de los edificios más italianizantes de toda la
arquitectura española de este siglo, situado frente al palacio y elevado en el
siglo XVII por el VI conde de Monterrey.
Vista de la Clerecía
Aquí se guarda
el cuadro de Ribera, La Inmaculada Concepción, que el artista firmó en 1635.
Entre los numerosos edificios civiles góticos y renacentistas que hallamos en
toda la ciudad vieja de Salamanca hay que citar la Casa de los Solís, la mansión
de los Maldonado, el palacio de la Salina o de Fonseca, el de Orellana, el de
Abarca, hoy sede del Museo Provincial, la casa de las Muertes…, en todas ellas
hay buenos ejemplos de espléndidas arquitecturas y decoraciones, pero quizá esté
por encima de todas, al menos en cuanto a fama se refiere, la singular “Casa de
las conchas”, construida en 1493 por encargo de Rodrigo Arias Maldonado.
Su conocida decoración exterior, a base de conchas de peregrino labradas en la
piedra y la configuración de sus espacios la
convierten
en una de las piezas más valiosas de todo el gótico civil español, aunque entre
sus piedras también haya huellas del renacimiento.
Desde el nivel superior de su sobrio patio tenemos frente a nosotros las torres de la Clerecía, el mayor conjunto de edificios que los Jesuitas tuvieron jamás en toda España, que se compone de una gran iglesia, dos enormes pabellones para residencia de estudiantes y de religiosos, dos claustros, (uno desapareció durante la guerra de la Independencia) y muchas otras dependencias secundarias.
Las obras comenzaron en el año 1617 y se prolongaron por espacio de ciento cincuenta años más, que vieron pasar el clasicismo, el manierismo y el barroco, estilos que quedaron prendidos entre sus piedras.
Los entendidos
opinan que lo mejor de todo son la iglesia y el Claustro de los Estudios, al que
se considera una de las mejores muestras de la grandiosidad del barroco europeo,
y seguramente así sea, pero no hay duda de que la vista del conjunto, desde las
alturas del Colegio de los Irlandeses, resulta tanto o más impresionante que
cualquiera de sus elementos en solitario.
Bóveda gótica del crucero de San Esteban
Salamanca es ciudad de abundantísimos tesoros y tradiciones muy enraizadas, de magníficas bibliotecas e infinitas salas de estudio. Es ciudad habitada por estudiantes de todas las procedencias, gozada y llena de bullicio, pero también en ella sigue en pie el ferviente culto a la reflexión y al silencio con que se ejercitan las numerosas órdenes eclesiásticas y conventuales que la pueblan.
Panorámicas y detalles de las galerías inferior y superior del claustro
plateresco del convento de las Dominicas.
En la ciudad de
lo humano y de lo divino en la que reinan aún, nutriéndose de sol y de
pensamiento, las numerosas maravillas que dejó aquí el arte de los constructores
en los siglos XVI y XVII.
Y muchas de estas maravillas fueron levantadas precisamente para dar cobijo al
pensamiento, a las ideas. En Salamanca, cuando se alude a la Universidad, todo
el mundo entiende que se trata del edificio de las Escuelas Mayores, cuya
fachada plateresca es un prodigio de volumen y de precisión.
Su estructura es
gótica, como la mayoría de sus salones y espacios, pero aquí hallamos también
artesonados mudéjares, capillas barrocas, una maravillosa escalera gótica con un
prodigioso pasamanos labrado del siglo XVI, aulas que están como estuvieron hace
cuatro siglos y, sobre todo, una biblioteca espléndida, guardiana de más de
cuarenta mil volúmenes editados entre los siglos XVI y XVIII, importantes
manuscritos e incunables de los siglos XI al XIV.
De aquí al sosiego del hermosísimo patio de las Escuelas Menores apenas hay unos pasos, que discurren junto a la estatua de Fray Luis de León hasta la fachada, también plateresca, de este segundo edificio.
Panorámica de la ciudad de Salamanca desde el otro lado del puente romano. Al
fondo la catedral nueva
En torno a este claustro prodigioso, de un solo piso y adornado con una balaustrada barroca, se encuentran hoy el Archivo Provincial y el Museo Universitario, que tiene una interesante colección de pintura gótica, aunque aquí lo más hermoso quizás sea ese “Cielo de Salamanca”, un mapa estelar pintado en el siglo XV por Fernando Gallego en el techo de la biblioteca universitaria, del que apenas nos ha quedado una tercera parte que, sin embargo, ha sido suficiente para mostrarnos con arte magnífico la belleza de un saber antiguo, de una cultura que vino a reposar en Salamanca y que una vez ganó para la ciudad el calificativo de primer foco del Humanismo español.
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