CENTRO HISTORICO TOLEDO

 

 

Es tanta su riqueza, tan compleja su historia, tan abundante su patrimonio artístico, son tantas las culturas que por aquí pasaron, que aquí dejaron su impronta, que podríamos decir que Toledo no es solamente una ciudad, sino muchas y muy distintas.

No hay duda de que se trata de una de las más famosas y renombradas de todas las urbes españolas, de que es una de las de mayor proyección en todo el mundo, y sin embargo resulta muy difícil llegar a conocerla bien, incluso para quienes tienen el privilegio de habitarla.

No debe extrañarnos, por tanto, si después de varias visitas apenas hemos podido atisbar alguno de sus numerosos y sorprendentes perfiles.
 

Aunque Toledo sea una ciudad difícil y de trama espesa, aunque parezca hecha en exclusiva para la búsqueda, para la constante indagación, ello no debe desanimarnos en absoluto. Comenzar circundándola, rodeando el abrupto saliente granítico sobre la que está construida, puede ser una buena manera de acercarnos a su peculiar belleza, puesto que a excepción de su lado norte, toda ella está rodeada por el curso, aquí pausado y magnífico, del río Tajo.

 

 

 

 

 

Una vista panorámica de la ciudad desde el Sur

 

Nuestra imaginación podría convertir el aislado promontorio donde se alza casi en una isla, en una península orgullosa y altiva que al amanecer, cuando el río se cubre de brumas, parece flotar en una peculiar dimensión propia, por encima del resto del mundo. Sabemos que Toledo no se deja descubrir a la primera, pero la visión panorámica de su conjunto es de una grandiosidad tal, que muy bien pudiera ocurrir que una primera impresión situara ante nosotros una auténtica revelación. Tal vez le pasara algo parecido al Greco, que llevó a sus lienzos una y otra vez el perfil de esta orgullosa y antigua capital del mundo, de la que –no hay que dudarlo- el artista debió estar enamorado.

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Torre y ábside de la iglesia mudéjar de Santiago del arrabal, anterior a 1265

Interior de la iglesia del Monasterio de San Juan de los Reyes de estilo gótico isabelino

Artesonado mudéjar del cuerpo superior del claustro de San Juan de los Reyes

Vista del exterior de la iglesia (1476) donde se ven las cadenas que portaban los cautivos cristianos

 

Naturalmente, la ciudad ha cambiado mucho desde que en el siglo XVI el gran pintor cretense se estableciera entre sus calles, pero a pesar de ello es seguro que continúa conservando gran parte de su magia, una magia que le proporciona no sólo su privilegiada situación, no sólo el hermoso río que la protege, sino también el haber sido uno de los más importantes y fecundos crisoles de culturas que se hayan dado en todo occidente.

El paso de romanos, visigodos, árabes, judíos y cristianos, la proliferación de monumentos singulares de todos los estilos y épocas, la reunión aquí de todas las culturas que han marcado nuestro presente, dan a Toledo un carácter de universidad que aún hoy puede respirarse entre sus calles.

Hay algo de trascendente entre sus piedras, algo de eterno en su atmósfera que resulta muy difícil no percibir.
Al fin y al cabo, ninguna otra ciudad española ha tenido, durante tanto tiempo, tanto protagonismo en la creación de la cultura occidental.

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La sinagoga de “El Tránsito”, construida a expensas de Samuel Leví

Bellísima sinagoga de Santa María la Blanca del siglo XII convertida al culto cristiano en el siglo XV


 

Toledo fue capital de un vasto reino, fue “ciudad imperial”, fue la ciudad de los Concilios, “la de las tres culturas”, la ciudad que rescató para nuestro tiempo el saber de los clásicos griegos y romanos, de los persas y de los árabes, que creó y difundió leyes que duraron mil años, la ciudad que se convirtió durante siglos en modelo de tolerancia y convivencia entre religiones y culturas…, fue una especie de capital del mundo civilizado durante gran parte de la edad media, y su apogeo duró más de cuatro siglos.

No es extraño, pues, que su fama haya alcanzado todos los rincones y que, al día de hoy, se haya convertido en una de las más visitadas ciudades españolas. Y es lógico que así sea no sólo por las innumerables bellezas que contiene, sino porque, al cabo, Toledo es un referente importantísimo en la historia de España.

Fachada principal del Palacio Arzobispal, bello ejemplar renacentista de Alonso de Cobarrubias, construida entre 1541 y 1545

 

Podríamos decir, sin temor a equivocarnos demasiado, que si hubo alguna vez una España, es aquella que tuvo como capital esta maravillosa ciudad, aquella en la que nació un Estado que a lo largo de los siglos habría de consolidarse hasta ser como hoy es.
Vayamos pues a sus orígenes y demos un pequeño repaso a su dilatada historia antes de comenzar nuestro paseo por entre sus innumerables maravillas.
 

Por lo que hoy sabemos, los primeros pobladores de Toledo habitaron una serie de castros sobre los que más tarde se levantaría una ciudad celtibérica, ya amurallada, que habría de convertirse en un importante centro de población de los llamados carpetanos, un pueblo de origen ibérico que dominó estas tierras hasta su romanización.
 

Ayuntamiento del siglo XVI

Fue Marco Fluvio Nobilior quien, en el 192 a. de C., tomó la ciudad para el dominio de roma y quien la reconstruyó, aunque sin murallas, para adscribirla a la provincia cartaginense.

“Toletum” tuvo entonces una importante industria de transformación y elaboración de mineral de hierro (una actividad que a lo largo de su historia le proporcionaría fama creciente) y se ganó el derecho de acuñar moneda propia.

 

La puerta del hospital de Tavera

Sus murallas fueron de nuevo levantadas alrededor del 300, a raíz de las primeras incursiones de los bárbaros, y ya en los primeros años del siglo IV era sede de un obispado.

 

Poco más de un siglo después se celebraba ya el I Concilio de Toledo (en el año 400) con la asistencia de diecinueve obispos, en el que se condenó a Prisciliano como hereje, y después de las primeras incursiones de los visigodos Leovigildo instaló su corte en Toledo.
 


 

Sepulcro del Cardenal de Tavera de Alfonso de Berruguete

 

La ciudad sería a partir de este momento, el año 569, la capital del reino hispanogodo de Toledo y además, en tanto que arzobispado, sede de importantes concilios y reuniones de la autoridad eclesiástica, algo que, como veremos, habría de marcar muy profundamente a esta ciudad, donde el papel de obispos, arzobispos y prelados adquiriría en el futuro gran importancia.

En Toledo las autoridades eclesiásticas serían protagonistas, además, de numerosos y muy notables mecenazgos que darían a las letras y las artes un enorme auge.
 

Conquistada por Tarik-ibn-Ziyad en el año 711, cayó también en manos de los árabes, pero a lo largo de toda la dominación musulmana la ciudad (ahora llamada “Toleitola”) donde habitaba gran número de mozárabes,

fue un foco de rebelión permanente y una constante fuente de problemas para sus dominadores.

De hecho, en más de una ocasión consiguió desligarse por completo del poder de Córdoba (así ocurrió entre los años 829 y 834 y del 852 al 854), y a finales del siglo IX alcanzaría incluso su independencia a cambio del pago de un tributo al emir cordobés; esta situación se prolongaría durante largos años, casi un siglo, hasta que finalmente, Abderramán III volvería a incorporarla al Califato en el 932, inaugurando un periodo de su historia que sería de gran brillantez.

 

 

 

 

 

Retablo de su iglesia, de transición entre el Renacimiento y el Barroco

 

Entonces llegó a alcanzar una gran densidad de población –tuvo más de treinta y siete mil habitantes- y su industria de armas, así como la actividad artesanal, crecieron grandemente.
 

Por fin, después de la caída del Califato cordobés, se constituyó en un reino de Taifas de gran empaque y no menor importancia, hasta que pasó a manos cristianas a finales del siglo XI.
 

Alfonso VI la conquista en el 1085 y como había ocurrido en muchos otros lugares de la península, la gran diversidad racial y lingüística de la ciudad, su enorme riqueza cultural, en definitiva, obligaron al rey a ser muy flexible con sus habitantes, de modo que concedió a todas sus minorías fueros propios que les permitieron continuar viviendo según sus costumbres, leyes y creencias.

En este ambiente se desarrolló la magnífica Escuela de Traductores de Toledo, que alcanzaría su apogeo con Alfonso X el Sabio.

El Puente de Alcántara, de origen romano, con su torre mudéjar, al fondo el Alcázar


La historia de Toledo es tan extensa que debemos obviar en un artículo como éste, necesariamente breve, numerosas referencias a hechos importantes, pero no podemos dejar de dedicar algunas líneas a aquel maravilloso fenómeno que permitió que llegaran hasta nosotros la ciencia y la filosofía griegas y la teología judía.
 

Prácticamente todo el corpus aristotélico, tratados científicos de Euclides, de Arquímedes y de Tolomeo, de Hipócrates, de Galeno…, los comentarios a Aristóteles de los neoplatónicos, obras de Averroes y Avicena, de Alfarabí, de Gabirol e Isaac Israelí…, tantas y tantas maravillas, además de misteriosos e importantes manuscritos apócrifos, fueron traducidas del griego y del árabe y vertidas al latín y al castellano.

Fue una tarea de casi dos siglos, promovida una vez más por un arzobispo, Raimundo de Sauvetat, en la que participaron muchos hombres de ciencia entre los que había cristianos, musulmanes y judíos españoles, italianos, ingleses, alemanes y hasta escoceses.
 

La historia nos ha dejado el nombre de alguno de ellos: Domingo Gundisalvo, Juan de Sevilla, Álvaro de Oviedo, Marcos de Toledo, Gerardo de Cremona, Abelardo de Bath.
 

Puente de San Martín, que aún conserva sus torres defensivas

 

Congregados en Toledo, rodeados por ese río silencioso y ancho que anticipa la calma de esta ciudad de calles tortuosas y empinadas, de esta laberíntica ciudad de siete accesos, todos ellos leyeron y escribieron, polemizaron e investigaron, intercambiaron opiniones e información, consiguieron reunir y dejar tras de sí un legado enorme que ha conformado después los pilares de nuestra cultura.

Fue el resultado de un cruce de culturas, la hermosa consecuencia de la tolerancia y de la racionalidad de los habitantes de una ciudad que a lo largo de los siglos XII y XIII fue la capital de la cultura de todo el occidente.
Pero es que Toledo, donde la cultura germinó y dio tan magnífico fruto, además de ser la sede del poder político se había convertido muy pronto en el centro del poder eclesiástico en la península.


Panorámica de la ciudad de Toledo

 

En 1088 el papa Urbano II ya había declarado a la ciudad “metropolitana”, de modo que su prelado fue desde esta fecha “Primado de todos los obispos de España”, lo que ayudará a entender la magnificencia de toda una época en la que los obispos y arzobispos toledanos desempeñaron un papel fundamental en la política y la cultura de Castilla, sobre todo durante los reinados de los Trastámara.

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FACHADA PRINCIPAL DE LA CATEDRAL PRIMADA DE SANTA MARÍA                                                                                                          SACRISTÍA

 

En tanto que capital de la cultura, de la política y de la religión, Toledo continuó creciendo a todo lo largo de la baja Edad Media; creció en población, en actividad económica (sus rentas fueron las más elevadas de todo el país al menos hasta el siglo XVIII) y su artesanía e industria no dejaron de generar beneficios durante largos años, algo a lo que no fue ajena en absoluto la importante comunidad judía que la habitó, que halló en el rey Pedro I su último protector.
 

La ciudad se resentiría más tarde del decreto de expulsión dictado por los Reyes Católicos, que significó un duro golpe para Toledo y vino a terminar para siempre con toda una época.

No obstante, todavía durante el siglo XV Isabel y Fernando convocan Cortes en la ciudad, que en el XVI, coincidiendo con el auge de la industria textil, alcanza su mejor momento económico.

Después de la guerra de las Comunidades (1520 – 1522) en la que Toledo jugó un activo papel (alguno de los más importantes jefes comuneros, como Padilla y Lasso de la Vega eran toledanos), Carlos V la hizo capital de su imperio y reconstruyó su Alcázar, quizá el último de sus monumentos importantes.

El traslado de la corte a Madrid en 1563 y la decadencia ya en estos años de la producción textil en Castilla precipitaría su decadencia, de la que ya no se recuperaría.

 

A mediados del siglo XVII la habitaban sólo cinco mil familias, la mitad de lo que había sido su población apenas un siglo antes.

 

 

 

 

 

MAGNÍFICO RETABLO MAYOR GÓTICO FLORIDO DE LA CATEDRAL

Con todo, su brillante historia nos ha dejado maravillosas muestras del arte de pintores, escultores, arquitectos y constructores, que convirtieron a Toledo en una metrópolis de renombre universal cuyo estudio resulta fundamental si queremos seguir el trazado recorrido por las artes en nuestro país.

No en vano sus calles guardan una de las mayores concentraciones de obras de arte de primer orden de todo el mundo.
Y es que, salvo el románico, todos los estilos tienen cabida en esta intrincada y misteriosa ciudad. De hecho, hay quien opina que para recorrerla vale la pena trazarse un recorrido para la Toledo visigótica, otro para la ciudad árabe, otro para la mozárabe, quizá uno nuevo para la Toledo judía…, luego está la ciudad mudéjar (hay quien dice, y no sin razón, que toda Toledo es mudéjar), la ciudad gótica (no hay que olvidar que su catedral es quizás muestra del más puro gótico español), la Toledo renacentista…

Así las cosas, y dispuestos a recorrer sus difíciles calles, quizás lo mejor fuera dejarse llevar por la intuición, dejarse arrastrar por la ciudad misma y ceder ante sus constantes sorpresas. ¿Por qué no ir, por ejemplo, de la magnífica sinagoga de Santa María la Blanca al impresionante “transparente” barroco de su catedral? ¿Por qué no del claustro isabelino de San Juan de los Reyes al postigo de la judería, del viejo Puente de Alcántara al renacentista Hospital de Tavera? No debemos olvidar su recinto amurallado, restaurado en el siglo VII por el rey Wamba, ni las puertas y puentes de extraordinaria belleza que dan acceso a la ciudad; la de Valmardón, la del Cambrón, la de la Bisagra, la del Sol…, todas ellas son magníficas y todas, como sólidos puentes sobre el Tajo, son protagonistas de viejas historias y de sugestivas leyendas.
 

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El maravilloso coro bajo de la catedral, con una talla gótica de la Virgen                                                        Dos tallas de su sillería alta
 

Todas forman parte de un itinerario imprescindible por la ciudad, que debe incluir también la sinagoga del Tránsito, fundada en el siglo XIV por el tesorero de Pedro I, Samuel Leví; la Casa del Greco (en realidad muy posterior al tiempo en que el gran pintor habitó en la ciudad, aunque suficientemente descriptiva del ambiente que debió reinar en las mansiones toledanas del siglo XVI); la iglesia de Santo Tomé, donde se halla la mayor obra del Greco, el “Entierro del Conde de Orgaz”; la catedral gótica, una de las más puras de este estilo en España, construida entre los siglos XIII y XV, que guarda un fantástica colección de maravillosas obras de arte; el Ayuntamiento y el Palacio Arzobispal, ambos del siglo XVI, el Alcázar, elevado sobre las ruinas de un campamento romano y de un castillo musulmán; la pequeña ermita del Cristo de la Luz, fechada en el año 999, que fue mezquita y es hoy el más importante monumento islámico de toda la ciudad de Toledo; la iglesia de Santiago del Arrabal, gótico – mudéjar, del siglo XIII; la de San Román, de origen visigótico, que también fue mezquita, donde se ha instalado hoy el interesante Museo de los Concilios de Toledo y de la Cultura Visigoda, que cuenta con importantes frescos románicos del siglo XIII, muy bien restaurados; el renacentista Hospital de la Santa Cruz, una de las construcciones más grandiosas de Alonso de Covarrubias…, podríamos hacer una relación interminable de edificios y monumentos cuya importancia histórica y artística es indudable, pero es muy probable que no nos alcanzara el espacio que nos proporcionan estas páginas.

 



Puerta de los Leones de la catedral fechada entre 1460 y 1466

 

Tengamos en cuenta que, por ejemplo, las iglesias y templos mudéjares toledanos se cuentan por decenas, y que tan sólo los edificios civiles de interesantes características arquitectónicas podrían llenar las páginas de un volumen.
Lo mismo ocurre con los conventos y edificios religiosos de Toledo, que rebasan la veintena y que, siendo los grandes desconocidos de su arquitectura, guardan auténticas maravillas.
Tampoco debemos olvidar que la ciudad conserva todavía, a pesar del expolio realizado durante muchos años, grandes y maravillosas obras de El Greco, repartidas entre la catedral, la iglesia de Santo Tomé, la capilla de San José, el Monasterio de Santo Domingo de Silos, su Casa – Museo, el museo de Santa Cruz y el hospital de Tavera, donde se muestra una de las pocas esculturas del genial cretense, un pequeño Cristo resucitado.
Toledo es una ciudad casi infinita que requiere del ejercicio de la paciencia y la observación cuidadosa pero que ofrece al buscador de belleza, mil y un motivos de satisfacción. No en vano es tan hermosa como antigua, tan única como universal.

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