La Torre del Homenaje del Alcázar construido en el siglo XVI
Todavía prendida en la calma de sol y de piedra en la que ha vivido tantos siglos, Segovia parece tener la dimensión de un sueño del pasado en el que en ocasiones la leyenda tomara cuerpo.
Es esta una ciudad privilegiada por la luz y por la naturaleza, abrigada al sur
y al este por la sierra de Guadarrama y abierta por el norte y el oeste, que
mira hacia las extensas llanuras de Castilla desde una encrespada colina cuyo
extremo más occidental parece un tajamar.
Sus primeras piedras probablemente se elevaron en este lugar, un saliente rocoso que domina la confluencia entre los ríos Eresma y Clamores y un enclave natural que, por inexpugnable, debió proporcionar a sus habitantes la seguridad necesaria para un desarrollo que habría de prolongarse durante muchos siglos.
Acueducto desde la bajada al Azoguejo
Su historia se remonta a la
antigüedad y aunque en este enclave, hoy ocupado por el imponente Alcázar,
solamente se hayan encontrado hasta ahora sillares
romanos, probablemente de la época en que se construyó en Acueducto, se cree que
existieron aquí asentamientos de los llamados vacceos –en latín vaccaei- un
pueblo de origen celtibérico del que existen referencias desde el siglo V d. J.
C., cuya capital habría sido Pallantia (Palencia) y que se extendió por el norte
hasta León y Zamora y por el sur hasta Segovia.
Con todo, para nosotros la historia
de la ciudad comienza en los albores del siglo XI, a resultas de la repoblación
de aquellas tierras, devastadas por la reconquista, con colonos gallegos,
montañeses y asturianos.
Por aquellos tiempos ya existió
en el emplazamiento del actual Alcázar una fortaleza que más tarde ampliaría el
rey Alfonso X el Sabio, uno de sus inquilinos, quien hizo construir una torre
que en la actualidad lleva su nombre y desde la que se inspiró el rey sabio para
escribir sus Siete Saberes Astronómicos.
Iglesia
convento de los carmelitas donde se halla el sepulcro de San Juan de la Cruz
No podría haber elegido el autor del Libro de las Partidas mejor lugar para su observatorio, mirando al norte en posición volada, a unos mil metros de altitud y asomado al valle del Eresma bajo los cielos, siempre nítidos, de sorprendente transparencia, de esta ciudad.
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Atrio de la
iglesia de San Esteban del siglo XIII
Iglesia de San Martín (siglo XIII)
Pero quizás sea
mejor que antes de adentrarnos en la considerable importancia que tuvo Segovia
en la Castilla medieval, y en lo que en nuestros días queda de
ella, nos asomemos por un momento al más antiguo y asombroso de sus monumentos,
a ese acueducto romano que ha dado al perfil de la ciudad, desde siempre, este
fascinante carácter.
También aquí la
leyenda tiene un lugar permanente entre sus viejas piedras. Algunos lo llaman
“Puente del Diablo” y dicen que fue elevado por el demonio en una sola noche
para ganar el alma de una doncella (alma que finalmente no consiguió, pues la
Virgen hizo salir el sol un poco antes de su hora haciendo así perder su apuesta
al Maligno), aunque lo más cierto, y tanto más prosaico, es que fue levantado
por los romanos alrededor del siglo I con piedra berroqueña procedente de la
cercana Sierra de Guadarrama.
La construcción
traza sobre la ciudad actual un impresionante zigzag, una ese estilizada y
orgullosa de 728 metros de longitud, dos hileras de arcos superpuestos (son en
total 116), casi 29 metros de altura en el tramo más elevado y pilares de 5.20
metros, que aún desafía al tiempo y a los hombres.
El Acueducto
a contraluz desde el Azoguejo
Hoy el acueducto se pierde en la zona amurallada cercana a las plazas del Saúco y de Avendaño, pero se cree que cuando fue construido llegaba hasta el lugar que en nuestros días ocupa el Alcázar, facilitando de este modo la traída de agua a lo largo de 16 kilómetros de canalización desde el arroyo de la Acebeda, en los altos de la Fuenfría, hasta el núcleo urbano.
La obra está realizada sin mortero, sin plomo ni argamasa, y los sillares de granito, unidos en seco, se relacionan unos con otros en un audaz y desafiante juego de fuerzas y tensiones que mantiene la construcción tan viva como cuando fue creada, si bien y todo hay que decirlo, en exceso deteriorada a causa de los humos y contaminaciones de los automóviles, que han atravesado sus arcos durante décadas hasta fechas muy recientes y que al día de hoy, cuando el acueducto parece condenado a apoyar su núcleo central en un tenso andamiaje de acero, todavía se acercan demasiado a esta obra maestra de la arquitectura romana.
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La Torre de
Juan II en el Alcázar, y la Sala del Cordón
Camarín tras las cortinas
Regresemos ahora a la Segovia medieval, a la ciudad que en el siglo XIII, con
una catedral que ya había cumplido los cien años, se convierte en residencia de
reyes.
Por aquel entonces Alfonso VIII y su esposa Leonor, hija del rey Enrique II de Inglaterra, se instalan en el castillo que corona el gran recinto amurallado de la ciudad, cuya prosperidad iría en aumento durante años y se prolongaría a lo largo de los siglos XIV, XV y XVI.
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Bóveda, gárgola bicéfala, ábside gótico
La riqueza ganadera y las manufacturas de paños hicieron florecer la economía de Segovia, que era cabeza de cuadrilla de la Mesta desde el siglo XII, de modo que con el establecimiento entre sus calles del capital y de los poderes político y religioso, aquí se tejieron durante muchos años decisiones que afectaron a sociedades enteras.
Aquí se proclamó a Isabel la Católica Reina de Castilla, en 1474 y también aquí firmó ésta con el rey Fernando de Aragón sólo dos años más tarde la Concordia de Segovia, un documento en el que ambos fijaron sus respectivas responsabilidades como monarcas.
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cúpula de la Catedral de Santa
María
Patio de la Alberca
En estos tiempos
se construyeron en el Alcázar la Torre del Homenaje, las Salas de la Galera, del
Cordón y de los Reyes, el Salón del Trono y los espacios
privados
de los Reyes Católicos, que embellecieron el castillo de forma notable.
No obstante fue
Felipe II, que se casó aquí con su cuarta esposa, Ana de Austria, quien hizo
traer de Inglaterra y de Flandes los maestros emplomadores que construyeron los
agudos chapiteles, tan raros entre castillos españoles, que coronan las torres
del Alcázar.
En 1862 el edificio fue casi completamente destruido por un incendio, pero se reconstruyó veinte años después.
Hoy está en manos de un Patronato que pone a nuestra disposición, por muy poco, un magnífico paseo por entre sus regias habitaciones y unas maravillosas vistas de toda Segovia desde las almenas de la torre de Juan II, de 80 metros de altura y más de 40 de foso.
Mirando a oriente
desde aquí, resalta frente a nosotros, como rivalizando con el Alcázar, la torre
gótica de la catedral de Santa María, el tercero de los edificios más notables
de esta Segovia antigua, en el que nos detendremos un momento antes de continuar
por las callejas y barrios de la ciudad.
Monasterio del
Parral
Iglesias de
San Esteban y de San Millán
Es la catedral, pero no la primera
que tuvo Segovia. Aquella estuvo también frente al Alcázar, pero aún mucho más
cerca, prácticamente en los jardines del castillo. Era románica, y fue destruida
en 1520, durante la Guerra de los Comuneros que en la ciudad capitaneó Juan
Bravo, a quien los segovianos alzaron un monumento en la Plaza de San Martín.
En aquella ocasión se enfrentaron los poderes religioso y civil, simbolizados por la Catedral y el Alcázar, y la victoria fue para este último. Del templo quedó el claustro gótico hispano flamenco de Juan Graus, construido en 1470, que sería trasladado a su actual emplazamiento en la catedral nueva y algunos elementos más que tuvieron diferentes destinos.
Acueducto de Segovia
La catedral, tal como la conocemos
hoy, se construyó por encargo de Carlos V en 1525, siguiendo el trazado de Gil
de Hontañón, en estilo gótico tardío, con la clásica planta de tres naves (en
esta ocasión de altura extraordinaria) y capillas en los contrafuertes. Su
construcción duró siglos y no se consagró hasta la
segunda
mitad del XVIII, en 1768.
Guarda numerosas obras de arte y valen la pena los diseños que forman las nervaduras en las bóvedas e interiores de las naves, algunas rejas y vidrieras, el retablo de la Piedad, tallado por Juan de Juni en 1571, y la sillería del coro, procedente, como el claustro, de la catedral vieja.
iglesia románica de la veracruz El grandioso monasterio del parral, gótico y plateresco
Pero hay que descender desde este lugar, el más alto de la ciudad, hacia las
faldas norte o sur de la colina, hacia los lados de esta especie de enorme barco
de piedra que es Segovia, para hallar, repartidos por entre su geografía, alguno
de los bellísimos templos románicos característicos de este lugar.
Se trata de iglesias pequeñas, construidas durante los siglos XII y XIII, cuyos atrios porticados en los lados norte y sur, donde se reunían los miembros de las cofradías y gremios, les dan un carácter muy particular.
Algunas de ellas conservan todavía restos mudéjares e incluso torres mozárabes, como ocurre con la de San Millán, que da nombre a un barrio de la ciudad donde habitaron numerosos moriscos y cristianos. Fue construida en el siglo XII, y su planta es casi una réplica exacta, aunque de menor tamaño, de la catedral románica de Jaca, en el Pirineo Aragonés.
Junto a ésta destacan otras cuatro de las dieciocho que todavía conserva Segovia (fueron una treintena en sus mejores tiempos).
Una de ellas es la iglesia de San Esteban, construida a principios del siglo XIII, en cuya magnífica torre de 53 metros de altura, una de las mejores y más bellas de todo el románico español, la maravillosa luz segoviana tiñe de dorado las asombrosas proporciones de sus arquerías.
Otra es la de San Martín, en el centro de la ciudad, que en el siglo X era una construcción mozárabe de planta cuadrada; fue reconstruida en el XII y su portada es la más rica de todo el románico segoviano.
claustro renacentista de la hospedería, monasterio del parral
Tiene también una
torre mudéjar, aunque rematada por un chapitel barroco que le resta empaque, y
tres magníficas galerías en los lados norte, sur y oeste. La tercera es la
iglesia de San Juan de los Caballeros, una construcción muy interesante, cuya
cabecera es del siglo XI, en la que tiene su sede en la actualidad el Museo de
Cerámica Daniel de Zuloaga.
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detalles de la casa de los picos del siglo XV
esgrafiados y rejas del llamado "teatro cervantes"
Por último, y
sobre todo, hay que destacar entre todas las misteriosas y aisladas iglesias,
sobre todo la de la Veracruz, fechada en 1208 y probablemente levantada por los
Caballeros del Temple o de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén.
En España solamente se conocen tres templos de similares características: las
iglesias de Torres del Río y de Eunate, en el Camino de Santiago navarro, y San
Marcos, en Salamanca.
En el exterior cuenta doce lados y en el interior es circular, y tiene tres ábsides, dos portadas y una torre, probablemente más antigua que la nave. En el centro se abre una gran columna que despliega sus arcos, como si se tratara de las ramas de un gran árbol, hacia el muro exterior. El edículo, así se conoce a la estructura central, con cuatro puertas orientadas hacia los puntos cardinales, tiene dos pisos y un altar de piedra en el medio. La iglesia lleva ocho siglos aislada, guardando sus secretos lejos del bullicio de la ciudad, en la ladera que conduce desde Segovia a Zamarramala, y todavía hay quien cree que, al igual que Eunate, es un lugar de regeneración.
patio rencentista de la casa de los lozoya
También en esta vertiente norte, ya extramuros, al otro lado del río Eresma, se alza la imponente mole de un magnífico monasterio al que la Historia despojó de sus riquezas, que fueron muchas y muy notables y que hoy, habitado por una comunidad de monjes jerónimos, se nos muestra una excesiva rapidez. Tiene más de cuatro claustros, uno con restos mudéjares, otro gótico, otro renacentista y uno más plateresco, y en su iglesia, cuya fachada no fue terminada, se conserva un magnífico retablo de comienzos del siglo XVI que bien merece una detallada contemplación.
El edificio, que fue construido durante el reinado de los Reyes Católicos, domina una vaguada hacia el río, y por sus fincas y patios corre el agua, que también se guarda en numerosos estanques y albercas, a borbotones. El lugar, desde el que se divisa una magnífica panorámica de la ciudad y del Alcázar, es hoy uno de esos privilegiados remansos de paz que invitan al retiro, a la meditación y al alejamiento.
Con todo, esta
ciudad guarda todavía demasiadas sorpresas para que nos consintamos tal grado de
desapego. Vale la pena que nos dejemos llevar por la intuición en los numerosos
recorridos posibles que ofrecen sus calles y plazas, donde la vida transcurre un
poco más lentamente que en otros lugares. Aquí nada está demasiado lejos, y
quizás sea una causa de ello que el tiempo se amolda con mayor parsimonia a
nuestros pasos.
A ambos lados de
una línea imaginaria entre el Alcázar y el Acueducto, de ese eje central que fue
camino real, podemos recorrer, a izquierda y derecha de la ciudad, algunos de
sus barrios más importantes, como el de las Canongías, donde aún permanecen en
pie una veintena de construcciones civiles románicas, o la antigua judería que
esconde, en el actual convento del Corpus Christi, una magnífica Sinagoga Mayor.
Hacia San Millán (donde además de hallarse la iglesia románica de la que ya hemos hablado, aún siguen en pie la Casa de las Brujas y la Casa de la tierra) podemos seguir el lienzo de la muralla por la Puerta de San Andrés, donde el buscón Don Pablos corrió sus literarias andanzas, para encontrarnos con calles de nombres sugerentes y antiguos, como podemos también dejarnos arrastrar en cualquier dirección hacia el magnífico conjunto de Palacios, torres o casas de los siglos XII al XVIII que adornan toda Segovia.
vista
panorámica de la ciudad
La Casa de los Paños, plateresca, la de la Química, del siglo XVIII, la Casa del Sol o la de los Picos, del siglo XV, los palacios de los Lozoya (s. XVI), del Conde Alpuente (s. XV), o de los Condes de Mansilla (s. XVI), edificios civiles como la Cárcel Real (s. XVI), o la Alhóndiga (s. XV), Monasterios como el del Parral, el antiquísimo de San Vicente, levantado en el lugar que ocupara un templo en honor de Júpiter, o el de Santa Cruz la Real, la primera fundación de Santo Domingo de Guzmán, de 1217…, por todas las esquinas surgen construcciones en las que puede seguirse la evolución y desarrollo de los estilos y artes arquitectónicas y decorativas en Castilla desde el siglo XII hasta nuestros días, tal es la abundancia con que se entremezclan aquí los testigos de siglos pasados, a los que la fantástica luz segoviana envuelve, al atardecer, de una especial magia. A esta hora, un paseo por la ciudad siempre nos conducirá a lugares donde el tiempo parece haberse detenido.
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